Si corre, vuela, y si no corre se vela… Claro, si no corre, se vela, es decir, se pone el velo y se va a la Catedral. En cambio, si corre, vuela: No hay quien pueda mantener la frecuencia de su ritmo ni la enorme dimensión de su zancada. De modo que un año tras otro, con apoyo de la Virgen, gana el maratón. Sin embargo, en la próxima edición su triunfo no se repetirá. Resulta que la organización exige en 2020 una ficha a todos los participantes y sucede que la Federación no ha dado de alta a nuestra atleta porque la foto que ella había aportado la recoge de perfil y en movimiento. Según nos cuentan las crónicas, no ha habido fotomatón capaz de hacerle una imagen conforme a la pauta oficial… Y es que también su foto se vela cuando no corre.
La creación
La mujer,
que en su vientre crea la vida
con la vara del varón,
a la luz la empuja luego,
con dolor,
en el acto de nacer.
Anastasio
Porque él se apellidaba Rojo y yo era el último de los Rodríguez y porque en los grupos de párvulos de mi colegio nos colocaban por orden alfabético, Anastasio y yo estábamos predestinados a ser compañeros de clase o a estar él detrás de mi, compartiendo aquel lugar algo esquinado de la fila de pupitres de la derecha del aula. En efecto, eso fue lo que sucedió hace ya sesenta años. En aquella tierna edad, nos tratamos sin prejuicios, con toda la curiosidad y con todo el tiempo del mundo, de manera que nos fuimos acostumbrando el uno al otro como una presencia necesaria, como algo obligatorio que surgía de una forma natural pero también nos enfrentaba de una forma irremediable. Compañeros y rivales nuestra relación no fue nunca fácil, porque siempre competíamos por todo. Nos pasábamos el día discutiendo y quitándonos la palabra de la boca, explorando nuestros yos, intuyendo cuales eran nuestras fallas y nuestras virtudes, experimentando qué instrumentos harían llegar más allá a nuestros brazos, qué espada nos defendería o a quién podríamos pedir apoyo o ayuda:
-Pues yo se lo digo a mi padre.
-Y yo se lo digo a Franco.
-Y yo al Papa.
-Y yo a Dios...
Anastasio era un chico pequeño con las piernas delgadas y huesudas, con los ojos muy oscuros y con un mechón de pelo negro y lacio casi pegado a la frente. Él hacía como yo, me miraba a los ojos fijamente, intentando entender por qué no me ponía de su lado, por qué la complicidad era más bien imposible entre nosotros. La verdad es que él sí que lo intentaba en ocasiones, en especial cuando me contaba cuentos de miedo de su pueblo mesetario. Sin embargo yo aún no estaba preparado para tales terrores y le solía salir por peteneras.
-Eso es mentira, Anastasio, eso es mentira.
De resultas de todo aquello surgió nuestra relación. Una relación bastante equilibrada, de dos niños de pareja inteligencia que se conocían cada vez mejor pero nunca confiaban en el otro, de dos rivales ingénuos e inconscientes entre los que las trastadas estaban al orden del día. Aún recuerdo cuando harto de pedirle que quitara sus zapatos del larguero que en la parte trasera de mi pupitre ligaba mi asiento a otro, se me ocurrió que podía atar su cordón y atraparlo así en mi mesa... Con el sádico placer del que entiende los efectos que provoca, hice lo que había pensado y disfruté como un enano de sus gritos y aspavientos.
-Pero quita eso de ahí. ¿Por qué te metes conmigo?
Luego cambiaron las cosas, empezaron a sentarnos por otros criterios distintos y dejamos de coincidir en el mismo banco. Nos seguimos tratando en el recreo, pero allí Anastasio era pan comido porque yo era más rápido y mas grande, de manera que acabamos cada uno en un grupo de juegos diferente y apenas volvimos a enfrentarnos. Tal vez por eso, no le recuerdo nunca entre los chicos con los que cambiaba cromos ni entre los del equipo de futbol o sus contrarios. Tampoco lo recuerdo entre los que se señalaron por sus méritos o sus castigos, aunque sí que me hizo siempre mucha gracia recordarle en la más plena adolescencia, interpretando de espaldas al público el disimulado papel de novia del protagonista en "El cartero del rey" de Tagore, con el lógico y cruel cachondeo de muchos de sus compañeros. También me acuerdo de que al año siguiente me adelantó en la carrera de fondo de las fiestas del colegio, justo antes de que yo me retirase al verle pasar a mi lado.
Mas tarde le vi aparecer por la Facultad de Filosofía y frecuentar a los arquélogos. Para entonces ya no nos saludábamos, entendiendo que el saber uno del otro había sido un accidente. Nos mirábamos de lejos y luego disimulábamos, y yo preguntaba a la gente que se relacionaba con él por mera curiosidad, y sus amigos me decían que era un fenómeno, que estudiaba medicina y que era carne de archivo, pero yo lo seguía despreciando, pues de sobra conocía su pasado de Anastasio. Vaya nombre, por favor.
Después llegó nuestra larga vida adulta, cuarenta largos años que conducen hasta hoy. Ya nunca lo volví a ver, aunque supe de su obra, muy fecunda, porque llego a publicar miles de historias que iluminaban las fuentes del hermoso mundo antiguo de la ciudad donde habíamos nacido. Yo las leía con nostalgia, porque sabía que era él el que escribía y que era yo el que ya no estaba en mi lugar. De este modo lo ví crecer en el recuerdo a medida que surgía en mí un reproche por el signo negativo de un desprecio que ya no tenía sentido. Cuando murió me di cuenta. Él había sido el mejor y yo el pequeño. Él había producido día a día, mientras yo malgastaba mi vida. Por esta razón egoísta, lamento que se haya ido. De sus cuentos para mí no queda más que un páramo oscuro con el aire enrarecido. Su rostro de niño pequeño, sin embargo, se mantiene aquí en mi mente imperturbable contra el tiempo. El pasado es algo fijo, pero tiene cien mil puertas. Buscaré en el viejo desván, aunque sé que ya he perdido tantas llaves que resulta imposible volver.
Escrivolando
Suele haber un aleteo, un pensamiento fugaz que pone en marcha el mecanismo del deseo de contar algo que merece la pena, y entonces pierdes pie y sobrevuelas tu sueño y tu propio yo para buscar las palabras apropiadas, para ser al mismo tiempo alguien que piensa como tú o alguien que es capaz de entenderte y describir con claridad el paisaje que aparece ante tus ojos. En el cielo vas buscando las corrientes que te eleven o te bajen del lugar donde te encuentras y peleas con los seres que se enfrentan con tu vuelo. Te hacen daño los insectos que parecen brotar de tu corazón aturdido y te pican sin piedad. Te inquieta el ataque de las gaviotas y el reflexivo afán del aguila que desde el zenit te observa subir y bajar. Luego te vas quedando frío, suspendido tal vez sobre los filamentos algodonosos de una nube pasajera, y te fuerzas a hacer ejercicios para darte confianza. Así que relees los párrafos y sientes que ya has cambiado, que ahora eres un lector que entiende lo que le están diciendo y hablas con él un poco y aceptas que te corrija. De este modo vas metiendo cien morcillas que reescriben las frases primeras y complican el original y tomas cien mil decisiones que no tienen vuelta atrás, como la de borrar una idea o la de tirar todo el trabajo a la basura. No lo haces, normalmente. Permaneces volando bajo los altos cirros o realizando un rápido eslalon entre los cúmulos, mientras buscas imágenes en el cielo, mientras te deslizas por el mundo al ritmo del canto de un mirlo o siguiendo a las olas juguetonas que dibujan los estorninos al amanecer. Y allí sigues todavía unos minutos, ensimismado con el tren que va avanzando en cada línea y que siermpre descarrila en el margen derecho de la hoja, alelado por el fluir natural de un pensamiento que aprovecha las corrientes de los vientos giratorios, dando vueltas a este yo que se repite y buscando una salida entre las nubes.
El proceso
Luces de la ciudad
La paleta femenina
Estoy haciendo un dibujo
en el que salgo en el centro
y aparecen a mi lado mis tías y mis abuelas.
Encima de cada una
pondré su nombre
en mayúsculas.
Si los nombres de la gente son vestidos diferentes,
cada nombre le hace juego a algún color.
En mi nombre y el de Blanca el asunto es evidente
porque Aurora significa también Alba,
aunque el rosa es más bonito, para mí.
A abucarmen la pondré de color carne
y de negro a mi mamá, a Lala y a tía Denise.
A abuleo, Lily y Cuca las haré mejor de rojo
y el azul se lo reservo a Cuqui y a Beatriz.
Dejo sin rellenar a dos figuras sin nombre
por si acaso me he olvidado de pintar
alguna mujer importante.
Tal vez pinte al sol dorado
y a algún pájaro volando
sobre el mar.
Mamá dice que es precioso.
Por la tarde,
cuando acabe,
les envío a todas ellas
un watsapp.
¨:_:¨
Ayúdame, por favor
Una copla
sin despedirte siquiera
y yo me quedé mirando
fijamente a las dos velas
que dejaste justo aquí.
Así que, por no sufrir,
empleé mis malas artes
de cirujano interior
en extirparte de mi.
Me lo tomé muy en serio.
Te saqué casi completa.
Tiré millares de objetos,
a veces cartas o fotos
y a veces simples recuerdos.
más fracasé en el intento.
Se hicieron fuertes los sueños
que hablaban de ti cada noche.
"querías mirar más allá,
te fuiste para quedarte
y yo, que estoy fuera de mi,
ya nunca podré olvidarte".
In fraganti
Con cariño
Tú me has visto interpretar
el papel del suficiente,
del que tiene confianza
y se mueve por el río
con la piel resbaladiza
de la anguila, o el papel
del que no sabe dónde va.
Tú sabes, porque lo has visto,
que de veras te quería
pero nunca fui capaz de devolverte
ni siquiera la mitad
de aquello que tú me entregabas.
He sido un hombre sin rumbo,
un loco sin fundamento,
un edificio sin plan,
un avaro que administra
sus rentas de amor sin pensar
en los efectos dañinos
de estar en números rojos.
Nunca he sabido medrar
en la liga que jugabas
tú conmigo...
En el pulso de la vida,
me has ganado tantas veces
que te quiero cada día
un poco más.
El sitio en donde Tzara goza
El diálogo del viento
La fábula contemporánea de los tres cerditos y los coronalobos
El pequeño cerdo hispano no prestó gran atención al incipiente peligro, se marchó de vacaciones y llamó a los otros dos para promocionar un viaje y reunirse con ellos en las islas Baleares, aprovechando los precios. El acuerdo fue sencillo. Alquilaron en Agosto y en Alcudia unos apartamentos y empezaron su siniestro veraneo. Allí sufrieron los tres el ataque espeluznante que habría de poner fin a su vida insustancial. En la enorme playa del oriente, rodeados por una manada y enfrentados con el mar, comprendieron que su fin estaba próximo. Contemplaron a sus enemigos que atacaban con el ojo enrojecido y con la boca entreabierta, como un prólogo terrible de la pasión asesina que después sufrieron todos. No resistieron mucho. Descansen en paz los tres cerdos.
yO
Un pésame en el coronavirus
No doblaron las campanas de la iglesia,
cuando alguien
se moría
no hemos podido llorarlos,
entre viejas y enlutadas plañideras,
ni guardar fugaz silencio en el responso,
ni contar lo sucedido ni cuidarlos,
cuando todo tenía un rito y un quehacer.
resbalando por los labios,
pero eran gente capaz. Sabrán terminar su viaje.
Que encuentren
la paz más allá.
Los indeseable colores del ayer
La gente civilizada de la culta y vieja Europa y la de los democráticos países anglosajones contempla sorprendida lo que está pasando aquí en este sur violento, capaz de seguir manchándose con la sangre del hermano o del vecino. Seguimos siendo el lugar que tanto dolía a Unamuno en donde no hay fuerza capaz de juntar a esos dos polos. Las izquierdas y derechas, que se enfrentaron en la guerra civil, siguen repeliéndose. En este país se ha sembrado el odio hasta tal punto que no se puede hablar de política con la familia ni con los amigos que piensan distinto. Hoy en día a cada cual se le pone una etiqueta ideológica que lo marca más allá de su verdadero pensamiento. Los partidos políticos pretenden uniformarnos. Al contrario se le acusa de dar forma real a una caricatura maniquea. No queremos aceptar la razón y la verdad del adversario. Esto es tan sólo una farsa. Superamos el franquismo sin el trauma de un cursillo necesario para ver a que te obliga la deseada libertad. Con demasiada frecuencia olvidamos que la soberanía es la base del sistema, y eso implica que el acuerdo original de la Constitución debe de renovarse para abordar con el respaldo mayor posible la política común de cada día. Alguien debería decir que siempre es mejor la ley que vota el ochenta por ciento que la que vota el cincuenta, que las leyes duraderas nos sirven mejor a todos que las que cambian cada cuatro años. La unidad que se desprende del "todos" de la soberanía no debe de confundirse con la unanimidad totalitaria de los fascistas y de los comunistas. La unidad permite la discrepancia pero fomenta el diálogo, la colaboración y el aprecio por los otros. Tachemos el excluyente "no" de nuestras papeletas de votación. Trabajemos en común. Ya es hora de pactar o, al menos, de intentarlo. En vez de explorar los caminos de la intolerancia, remarquemos las cosas que nos unen. Hablemos de lo que es España, excitemos el orgullo de ser españoles, expliquemos nuestra historia en las escuelas y ataquemos la desfiguración interesada de los nacionalistas excluyentes y de los marxistas doctrinarios. El juego de los extremismos lleva siempre a lo peor.
El ángel
algún
indio,
El jefe de
las Delicias
y el amo de
Poesías
cumple setenta
tacos
(los primeros).
Tú sabes que
te queremos.
Let it be
Miedo
La empresa de Sánchez e Iglesias
En el siglo XIX, las empresas las construyen liberales, unos tímidos burgueses que creen en la libertad y en la soberanía nacional y malviven en ciudades muy pequeñas de las rentas de unas tierras, que trabajan campesinos, mientras ellos hacen política en las logias masónicas progresistas o en las sacristías conservadoras.
A finales del XIX, el asunto se complica porque, una vez construido el mercado nacional por el ferrocarril, surgen empresarios capitalistas textiles en Cataluña, siderometalúrgicos en el País Vasco y financieros en Madrid, que solicitan y consiguen aranceles para explotar al país en su beneficio, mientras surge un movimiento social, preferentemente anarquista en el Sur y en Cataluña y con predominio marxista en Madrid y el País Vasco.
Luego, en el siglo XX, la ceguera revolucionaria radicalizará a la 2ª República, que fue una experiencia democrática fallida, y tras la horrible Guerra Civil, llegará una dictadura militar, marcada por el fascismo del partido único: El Movimiento.
Parecía reverdecer el sueño del liberalismo democrático, tras la Constitución del 78, que culmina la Transición, cuando se alternaron en el poder el P.S.O.E. socialdemócrata de Felipe y el P.P. de Fraga y Aznar, al ritmo de un crecimiento continuo del nivel de vida y de la clase media urbana. La democracia triunfaba a medida que crecía el estado del bienestar, apoyado por Europa y por la OTAN. Mientras tanto la corrupción se instalaba en el poder como medio de financiación irregular de los partidos.
Sin embargo, en el siglo XXI, tras la matanza de Atocha, un atentado terrorista que parece pergeñado para influir en las elecciones, y tras una batalla campal en los medios de comunicación que la izquierda dominaba, llega al poder Zapatero. El político sonriente cavó profundas trincheras mediáticas, introdujo en la Moncloa a una generación de mediocres, criados en el partido, y metió al país en el hoyo con sus políticas de gasto alocado, que aumentaron el déficit público hasta extremos muy peligrosos, y que llevaron al final a Rajoy, su sucesor, a la necesidad de los recortes.
A Rajoy lo desbanca Sánchez, con una moción de censura pactada con los independentistas, siguiendo con radicalidad las líneas del izquierdismo de Zapatero. Aprovecha el nuevo lider del PSOE la corrupción del Partido Popular para negar el pan y la sal a la mitad del país y se alía con un joven Pablo Iglesias, que ha nacido sobre las ruinas del P.C. Ambos, Sánchez e Iglesias, emprenden un viaje muy peligroso. En efecto, montados sobre el tren de nuestro endeudado estado, indiferentes a la ruina que el sistema productivo padece como consecuencia de la paralización de la producción por el coronavirus y dispuestos a gastar lo que haga falta para apoyar a una población subsidiada, pretenden seguir viviendo del crédito del país. Para ello haría falta que Europa se hiciera cargo de nuestra reconstrucción, permitiendo el aumento sensible de nuestro nivel de endeudamiento. Sin embargo, Europa, como ya hizo con Grecia, no caerá en esa trampa y le cerrará la puerta a Sánchez. En ese caso, si pretende seguir aferrándose al poder, su única salida será la de ofrecer a las derechas un pacto con garantías. Tendría que romper con Iglesias y con los independentistas y proteger de verdad a las empresas. Si lo hiciera podría aguantar un tiempo y permitir al PSOE su supervivencia. Si no, porque no puede convencer a los que ha ninguneado y despreciado durante años o porque ya es demasiado tarde, el país se enfrentará a una crisis económica y social muy grave, mientras crece la ultraderecha.
Blancanieves
En los brazos de Morfeo
la marea ya te inunda
Es la estatua que ata al suelo
la conciencia
al echar la vista atrás,
y la memoria.
que se apagan en la noche
y con el leve silencio,
que penetra poco a poco
en mi interior
en el que habito.
del tiempo antiguo
y voy viendo que mis cosas
y que el sopor va venciendo
a los pecios del olvido,
que se hacen aún más lentos
y que todo, todo, todo,
está de más...
Dios
Onán, Narciso y tú mismo
Caín y Abel
Por todos es conocido que Caín era ganadero, y Abel, era agricultor, y que se comportaron como buenos hermanos hasta que la tierra se interpuso entre ellos. Después de múltiples discusiones, amenazas e insultos, los dos jóvenes adultos se enfrentaron en la era en una pelea noble en la que Abel se llevó la mejor parte. Humillado Caín por la derrota, buscó la venganza un día, que armado con una quijada bajó del monte a desquitarse. El ataque le pilló desprevenido al hermano agricultor. Su sorpresa fue tan grande que salió corriendo despavorido de una forma tan cobarde que todos sus descendientes prefirieron contar la historia de un cruel asesinato que nunca se cometió. Los cainitas, por su parte, obviaron el primer enfrentamiento y cuentan tan sólo el final, liberando a su antecesor del estigma del asesinato y subrayando lo magnánimo del que permite la fuga de su oponente vencido. Ambas versiones son parciales, además, porque ignoran el hecho de que, años después, los dos hermanos decidieron tolerar sus actividades y se reconciliaron.
Pandémica escritura
Puertas
Hay puertas que se abren hacia dentro
con un pedazo de muro
por arte de birle birloque,
como los labios que besan
en el umbral de la boca,
que abren paso
a la hoz estrecha
del pasillo