yO

Muchas veces me pregunto por qué escribo. Qué es lo que lleva a mi yo a perder su tiempo aquí, secretando estas palabras y contando a mis lectores, que son además tres o cuatro, qué es lo que pienso ahora. Nunca he llegado a intentarlo, pues mi intuición me aconseja ser prudente, si mi yo se encuentra en juego. Sin embargo, hoy lo he pensado distinto, porque hoy me encuentro con fuerzas y deseo enfrentarme de una vez con esta extraña pregunta que siempre está dando vueltas en esta cabeza mía que está demasiado libre y que suele carecer de disciplina por falta de curiosidad o por pura comodidad. Un poco de orden mental seguro que me irá bien, de modo que empiezo ahora y tiro del hilo del yo, para buscar la respuesta:
El yo es el centro de uno, aquello que suma o resta, lo que se alegra o entristece cuando las cosas van cambiando o se mantienen. El yo está dentro, muy dentro. Se parece demasiado al joven tierno que fuimos y apenas se reconoce en el viejo cascarrabias en que nos hemos convertido. Es este yo identitario que tanto nos hace sufrir y que a veces crece y crece y otras decrece de golpe, cuando se pincha de pronto y deja escapar su aire para dejar de ser "O" y empezar a ser un "o", o incluso minimizarse en simple punto y seguido. Es este yo tan cambiante, el que avanza en nuestra vida hacia la muerte, el que se arrepiente, el que pide y el que quiere, el que ama, odia o le da igual lo que pasa ante sus ojos, el que recibe desplantes o muestras de cariño, el que peca y el que obra por acción o por omisión. Pues bien, es un yo como éste el que aquí escribe, un yo que se mira en el espejo de las letras, como un Narciso de libro, para verse diferente. Muchas veces he pensado que las letras para mi son un espejo especial que intenta disimular mis defectos y magnifica el perfil que más me gusta, pero también he pensado lo contrario, porque también Mister Hyde brota siempre de una forma natural y las letras nunca dicen otra cosa diferente que aquello que dejamos escrito. El escrito es mucho más que nuestro espejo, en él se juega la vida. El escrito es un producto transcendente, una especial religión que te obliga a no mentir y que modela a ese yo que teje la red de palabras destinadas a encantarte con su ritmo y contenido. Sea como sea, en todo caso, lo que sí que queda claro es que hoy mi yo está algo abultado. Los artistas somos siempre un poco autistas y le damos mucho a esa bomba, que viene en nosotros de fábrica, y que hincha nuestro ego como un globo relleno de gas que nos permite flotar y elevarnos por el aire para mirar el paisaje desde arriba. Yo sé que eso no es bueno porque entiendo que avanzar de esta manera no concede más verdad a lo que escribo, que sucede más bien al contrario, porque uno empieza alejarse y no siente lo que siente el personal, la gente común que trabaja, la gente que lee los periódicos y escucha el telediario. Sin embargo, yo no puedo dejar de ser quien soy, atrapado en este yO que vota y bota. Así que sigo ascendiendo y me mantengo en mi ser y sigo en mi afán de escribir este mundo de ficción desde la óptica del águila. Luego pienso que bajar es una necesidad para explicar lo que pasa. Que para hacerme entender necesito la razón, la historia y la misma lengua y dar transcendencia a las cosas. Y sé que no puedo engañar, que el plumero se me ve y que he de decir la verdad para que el voto que pongo en la urna transparente parezca más relevante y se entienda su sentido. Y entonces yo pincho el yO para que quede una huella que explique cuál es mi ser y cómo entiendo a los entes que están a mi alrededor y qué símbolos lo explican. Y entonces me acerco a tí y pinto cómo es mi mundo, te cuento lo que he aprendido en un pasado aburrido y saco de mi lo que pienso que puede servirte a ti porque, a veces sin querer y otras queriéndolo mucho, yo te estoy representando en el presente lo mismo que lo hace el político en una democracia. Lo mismo que cuando votas o te manifiestas o haces huelga por una común idea, y te fundes con la masa, al leerme tú te metes en mi piel y yo me disfrazo de tí. Tú me buscas para ver, para entender tu papel y qué es lo que significas, y escarbas en esta tierra de símbolos y significados en donde nos cruzamos tú y yo en un impreciso tiempo. La realidad es presente y la literatura lo pone en conserva. Por esta razón tan sencilla, en lo que escribo hay futuro. Escucha pues mis palabras, que yo quiero para mí la parte completa de ti que deja su vida al leerme.