Hay puertas que se abren hacia dentro
y puertas que se abren hacia fuera
y hay, además, otras puertas
que rechazan ser un sólido telón
y no soportan la idea
de que alguien las confunda
con un pedazo de muro
con un pedazo de muro
que se ha desgajado de pronto
y está de guardia en el quicio,
pendiente de las bisagras...
Son puertas que desaparecen
por arte de birle birloque,
por arte de birle birloque,
como las blancas persianas
que se meten en su caja,
imitando sin querer
a nuestros párpados,
como los labios que besan
en el umbral de la boca,
como los labios que besan
en el umbral de la boca,
como el esfínter carnoso
por donde el cuerpo descarga,
o como las blandas cariátides
que abren paso
a la hoz estrecha
del pasillo
que abren paso
a la hoz estrecha
del pasillo
por donde brota el placer.