Caín y Abel

Pesa más el interés que la proximidad de la sangre. Eso es lo que se deduce de la historia de Caín y Abel tal y cómo nos la contaron. Sin embargo, todo hay que decirlo, la verdad es algo más complicada, porque el honor familiar influye de forma mayor y porque las cosas, en realidad, no son ni blancas ni negras y siempre tienden al gris.
En efecto, de todos es conocido que Caín era ganadero y Abel agricultor, y que se comportaron como buenos hermanos, salvo en el asunto violento que nos contaron de niños, cuando su distinto interés en torno al control de la tierra se interpuso entre ellos. Después de múltiples discusiones, amenazas e incluso insultos, los dos jóvenes adultos se enfrentaron en una pelea noble en la que Abel se llevó la mejor parte. Humillado Caín por la derrota, buscó la venganza un día que armado con una quijada bajó del monte hacia el valle para desquitarse. El ataque le pilló desprevenido al hermano agricultor. Su sorpresa fue tan grande que salió despavorido de una forma tan cobarde que todos sus descendientes prefirieron contar la historia en forma de asesinato que nunca se cometió. Los cainitas, por su parte, obviaron el primer enfrentamiento y cuentan tan sólo el final, liberando a su antecesor del estigma de la muerte y subrayando lo magnánimo del que permite la fuga de su oponente. Ambas versiones son parciales, además, porque ignoran el hecho de que, años después, los dos hermanos decidieron tolerar sus actividades y se reconciliaron.