Todo nada
Silencio
En el principio era el verbo,
un verbo activo y capaz,
que empezó la creación.
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Y el Verbo creó la noción
de un tiempo en presente continuo,
que atrás dejaba al pasado
para intentar ser futuro.
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Pero el tiempo corrompía
a la verdad, y el altísimo dudó
entre contar su versión,
haciéndose carne y mortal,
o dejar que la verdad
se escondiese entre las zarzas
de los hechos.
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Verbum caro factum est,
dicen de quien se murió
en el centro del Calvario,
pero olvidan que después
se instala en la eternidad
del trono dorado del cielo
y está callado y tan quieto
como un dios de cartón piedra.
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El verbo es un gran frontón,
la blanca pared de silencio
que se enfrenta diariamente a nuestra fe.
El ángel
algún
indio,
El jefe de
las Delicias
y el amo de
Poesías
cumple setenta
tacos
(los primeros).
Tú sabes que
te queremos.
Pandémica escritura
Augusto de Todos
-"Nunca llueve", Augusto de Todos- digo, y me vuelvo satisfecho hasta mi sitio, convencido de que un poco de su magia se ha quedado aquí conmigo.
A vuelapluma
Agustín
Lo miré bien a los ojos para entender bien el sentido de lo que me estaba diciendo. Intentando saber más añadí esta media pregunta:
-¿Cómo puedo demostrarle...?
-No hay nada especial que hacer. Basta con ser de verdad- dijo.
-Agustín, perdone usted que prescinda del san del santo, no es fácil hacerse cargo. Si le voy a ser sincero le diré que no nunca creí en el más allá y que nunca pensé que estas cosas pudiesen hacerse algún día realidad.
Ya empezamos, pensé, la típica disquisición.
-Caballero, dese cuenta de que ahora es usted tan sólo espíritu y de que todo lo que produce su mente es tan claro para todos nosotros como el color amarillo del limón, de manera que le aconsejo que abandone esa actitud crítica que es propia de su pensamiento y se vaya acostumbrando a los coros celestiales que cantamos a la gloria del altísimo.
-Lo siento, lo siento mucho, pero no es fácil... Espero que usted me comprenda...
-Lo comprendo, Don Carlos. Aquí tenemos toda la experiencia del mundo. Nosotros lo sabemos todo.
-Ya, ya... Pero yo vengo de donde vengo y sigo siendo un ignorante. Ni siquiera sé si estoy de verdad aquí y si merezco toda esta amabilidad.
-Poco a poco, caballero. Pregunte si quiere saber.
Me puse a reflexionar, flotando sobre la nube:
-Ya que está en tan buena disposición, Agustín dígame, por favor: ¿Qué es lo que usted ha hecho por mi? ¿Qué es lo que debo agradecerle?
-Pues verá, yo hablé por usted en el juicio. Después de que usted murió a todos nos parecía que la suya era un alma vulgar, que usted era un hombre gris, una persona mediocre sin especial relevancia, más cobarde que valiente y más vago que trabajador, un individuo soso y despistado que no había pretendido casi nada verdaderamente importante en el tiempo que le había sido concedido y que había pasado sin más a mejor vida. Sin embargo, para mí, había algo que usted había cuidado especialmente. Me refiero a las obritas que usted publicaba en internet.
-¿Se refiere usted a mi blog? ¿Al blog "De letras adentro"?
-Sí, exactamente.
-Entonces era usted mi lector, el único que me leía.
-Sí, era yo. Como usted debe saber, yo también fuí pecador y luego intenté ser escritor. Por eso sé de la vida y de lo que cuestan las letras y me siento capaz de valorar un trabajo como el suyo en el que destaca la verdad sin vanidad de lo que se cuenta, el ritmo de su prosa y de sus octosílabos y el ingenio de algunas de sus entradas. Por eso yo lo elegí.
-Joder, qué gusto me da.
-Vamos, vamos, cuide un poco su lenguaje, que no está usted en la tierra, y venga conmigo a hablar. No es fácil aquí encontrar alguien con quien discutir, y para mi, que soy un filósofo, un verdadero filósofo, eso es muy necesario. Por eso he intercedido por usted.
-Reconozco que me gusta mucho el debate y que he sido un poco más que plasta con los amigos de mi confianza, pero yo no sé si podré satisfacerlo.
-No, no se preocupe. Seguro que lo hará bien. Aquí en el cielo, después de tantos siglos de contemplación de la divinidad y gracias a la transparencia de nuestra esencia espiritual apenas hay nada que podamos discutir. Aquí estamos ya hartos del pensamiento único. Necesitamos sangre nueva, la aportación fresca y espontánea de la vida. Por eso está usted aquí, para romper con la inercia de mil siglos de cultura teocrática. Venga, haga el favor, empecemos ya: ¿Hacia dónde va la historia? ¿Qué opina usted del gobierno?
El discurso
Somos historias largas, recuerdos marchitos ya, que se hunden en el lago del olvido. Éramos un grupo compacto, una panda de cabrones solidaria en ocasiones, un equipo que quedaba a tomar vinos y a beberse los cubatas en los sitios de costumbre. Eramos nuestra juventud, un olor y un paisaje conocido, inconscientes chicos y chicas que querían enamorarse pero no sabían cómo ni de quien. Lo hicimos como pudimos. Pagamos muchos gintonics y los errores de bulto del escaso fundamento de nuestros proyectos. Hoy aquello ya pasó. Nos apreciamos. Intentamos mantener los lazos que el tiempo cruzó, los hilos que un día la parca cortará, y nos seguimos contando la historia de aquello que no hemos vivido juntos para decirnos muy claro que todo sigue igual entre nosotros. Sin embargo, no es así. Ahora somos ya viejos y el tiempo que queda atrás nos pesa bastante más que el que queda por delante. Ahora ya no nos interesa ningún secreto de entonces. Queremos un poco de paz. Unas risas y palabras de cariño. Cultivamos el apoyo de las viejas coaliciones y guardamos como gatos panzarriba nuestra honra. Por eso no hay nada que hablar. Por eso no hay nada que añadir a lo que ya sabemos de sobra.
Demócratas de andar por casa
Un ocaso
Al final
verdad,
que se quejan
tus cenizas
¿Quién?
El mayo
tu sello
al tallo
de cualquier
pino
y hacer del tallo
un buen mayo,
cortando
todos mis
callos.
Lo tuyo
es dotar
de orgullo
a todo
tallo
que tallas.
me callo
y te dejo
que me talles.
Yo soy
ese tallo
del árbol
el tallo
que lo tiró
por el suelo,
el tallo
que se hizo
mayo
cuando tú
me recogiste
e hiciste
que fuera yo,
quitándome
la corteza,
como un
San Bartolomé
de plena naturaleza,
y poniéndome
de pie
en el centro
de una plaza...
A pesar de que un muchacho
asciende mi vertical,
frente al palacio
del rey,
yo nunca supe apreciar
tu afán vulgar y lacayo.
"Lo tuyo es sólo trabajo"
-juzgaba al verte sudar-.
Creía que ser un mayo
era un asunto casual,
o un hecho circunstancial
y pensaba que la luz,
del rayo aquel que cayó,
fue lo mejor de mi caso...
Ahora que siento el calor
del fuego, abriéndose paso,
me doy cuenta de mi error y mi fracaso...
Amigo
yo pido tu tiempo bruto
y tú, mi amigo prudente,
aceptas el compromiso
y escuchas lo que hay escrito.
Atento, te arrulla el ritmo
de la corriente del texto.
Tú sabes que soy muy lento
que mido la estrofa concisa,
que riego la flor del huerto
y que corrijo a conciencia
que se me ocurren a veces,
y que también con frecuencia
de las letras que naufragan
en el centro del desierto...
Por eso, te pido audiencia,
dispón tus cinco sentidos,
conduce mi mano diestra
que espero
el juicioso aliento
que me orienta en el camino...
¿Te gusta el tono del cuento?, te pregunto. El verso: ¿se mete dentro...? Y pienso en la jaula
brillante y en el pájaro cantante que vuela por el firmamento y que roza el horizonte tan sólo
por un instante para inundarse de sol en el ocaso gigante.
Inma
Me despierto, estoy sudando. En la cama me doy cuenta de que ella ya no está. Lo sé, deprimida, sin familia, sin amor, Inma decidió que no merecía la pena seguir viviendo.
Y ahora guardo su presencia entre la creciente colección de mis muertos más queridos y escribo el relato del sueño.