El diálogo del viento

-Viajero, ¿dónde vas?
-Si puedo, hasta el fin del mundo.
-¿Qué es lo que quieres lograr?
-Llegar al fin, nada más. Concluir lo que empecé.
-¿Quién eres? Quiero saberlo.
-No tengo forma ni autor, no sé escribir ni pensar, tampoco me puedo nombrar, pero puedo decir algo que me describe mejor.
-Habla entonces, viajero.
-Soy la capa transparente que cubre el mundo macizo.
-Entonces, ¿eres el viento?
-No sé cómo contestarte, porque nadie me ha nombrado todavía.
-Te llamaremos así. ¿Me dejas que te acompañe?
-Yo no puedo decidir. No tengo más voluntad que llegar hasta el final ¿Podrás seguirme los días que me vuelva violento? ¿Soportarás esas calmas que duran como un dolor?
-Te seguiré donde vayas.
Y entonces el dios Mercurio levantó su caduceo, desplegó las cortas alas del casco y de las sandalias y ambos se fueron volando.