Palimpsesto

Tu rostro es un palimpsesto.
En tu cara están inscritas
las palabras que dijimos.
Tus lágrimas son elegías
y en tu sonrisa hay un ritmo
de imprecisas comisuras.

Paleológo de tu cuerpo,
recorro líneas de tiempo
en tu frente y en tus labios
y encuentro un rastro perdido
en el camino ondulado
de un rizo de tu cabello.

Yo sigo buscando signos 
y sigo leyendo en tu cuerpo
e interpreto el laberinto
de tus dos blandas orejas
o el pequeño movimiento
de tus cejas
al final de la meseta
que rasa tu frente rugosa,
y el abrupto acantilado
que cobija las lagunas
de tus ojos.

Y me lanzo de cabeza
y en el negro torbellino
de tus párpados inquietos
contemplo emerger la sombra
de una dura decepción…

Yo sé que tú mantenías
opiniones divergentes
de las mías y que tu fuerza
y sentido superan a mi torpeza
en cualquier campo de juego,

yo sé que somos distintos,
pero hemos vivido tanto
la misma historia común
que debo mirar hacia ti,
para escuchar el runrún
del tiempo que nos tocó,
para entender qué pasó
y el ciego futuro escondido.

Me dices lo que he de hacer
y en qué acerté sin querer, 
y me recuerdas quién fui
y cómo he llegado a ser
ese rostro con arrugas 
que me mira en el espejo,
la torpe caricatura 
del hombre que imaginé,
que ahora dirige mi yo.
Tú tienes la clave, lo sé.