Pulgares vulgares

Miro mis manos viejas y veo cómo se abrazan, con los dedos oponiéndose uno a otro, inclinándose hacia abajo como montañas antiguas ante la extraña pareja de los pulgares en pie. Parecen dos hombres calvos, dos ancianos que muy juntos, en vez de pelo me muestran sus dos uñas, de espaldas a mis ojos grises, dos ancianos que se apoyan uno a otro y que brotan como ramas hacia arriba para mirar a lo lejos. Dos ancianos detenidos, aferrados a su pie de carne blanda que miran lejos sin ojos y se tocan sin querer, acostumbrados a ser pulgares vulgares sin más, mi pareja de pulgares... Repito todos los días esta experiencia cerrada sin saber por qué ni cómo. Tan sólo porque me apetece. Y los veo levantarse y abrazarse y mirar al más allá.