El tragón

Ayer me comí la letra O. Mi cuerpo se volvió redondo y tosco y todo cambió:
Fue de repente. Que ¿qué fue? Pues verás. Sucede que desde ayer se me pierden ciertas letras en la lengua. Que pierde mi mente pie al hablar, al intentar decir cualquier palabra que incluya esa letra circular. Además, incapaz de negar, mi mente se expresa mal. Me persigue al expresar miles de ideas y me deja en muy mal lugar o me deja en un planeta gris y azul. Verdaderamente, ni mi tía ni mi abuela me entienden. Sí, es verdad, hay mentiras y verdades que sí que están, más hay miles de frases que parecen alas estáticas en el aire, lejanas plumas desgastadas que caen fuera de mi vista y desaparecenMe dicen que decir así es una aventura y que así es difícil vivir. ¡Ayayay! La nada se acerca a mí: ¿Qué mal terrible me acecha? ¿Qué me espera en esta vida? ¿Qué será de mí después?
Pues después me comí la letra I:
Esta letra mayúscula sabe a leche, huele a fresa y es azul y alargada... Es larga, larga y además vuela. Vuela hasta que se cae y se te clava y te duele. Duele rezar a la suerte, rezar a la naturaleza y velar la tumba cerrada. La negra muerte se te acerca y te cansas de rezar. Rezas y rezas hasta que te quedas muda, hasta que ella te deja exhausta y te mata lentamente.