Diana

Ana le preguntó: "¿Quién eres?"
La diosa le contestó: "Diana". 
-"¿Di Ana?"- dijo.
-"No. Di-a-na".
-"Pues eso, Ana, Ana, como yo". 
La diosa, contrariada, continuó repitiendo:
-"Diana, Diana, Diana..."
Pero Ana, que no soportaba el monopolio divino de algunos nombres propios, siguió con su estrategia:
-"¡Ah! ¡Diana! Ya la di. En el centro, exactamente, yo la di".