Tiritando

Te duele mucho la rodilla. Acabas de pasar sobre ella el agua fresca del lavabo y el jabón del baño para limpiarla, pero la sangre sigue brotando. De modo que te levantas, buscas el botiquín, lo abres, deslizando la cremallera sobre los invisibles raíles, extraes el betadine y escoges la tirita que se adapta mejor al tamaño y a la forma de la herida. Te sientas. Lo primero es extender el desinfectante rojo sobre la erosión cutánea. Luego rasgas el papel del envoltorio industrial de la tirita y extraes su contenido. Contemplas su color mate, le quitas el papel blanco y la pegas en la herida, tiritando.