Jaimito

Había una vez un hombre de risa fácil:
-Ja, ja, ja, ja, ja...
Tanto y tan bien se reía que llamaba la atención, de modo que un día otro decidió hacer lo mismo:
-Ja, ja, ja, ja, ja... Imito.
Con el paso de los años, se entendió que era muy positivo el comportamiento del hombre de risa fácil y el del hombre que lo imitaba, y así surgieron otros muchos que siguieron sus ejemplos, de manera que llegó un momento en el que la mayor parte de la gente se dijeron partidarios de la risa. Y sucedió que en las casas y en las calles de aquel remoto entonces, retumbaban las sonoras carcajadas, de una forma tan notoria que un escritor sensible pensó en componer una historia que contara su opinión acerca de lo que les había pasado. Tras una larga reflexión, sobre el papel de su creativo cuaderno, escribió:
-Ja, ja, ja, ja... Y mito...
Y después de componerlo y publicarlo, y después de que se leyera en todo el mundo y de que la obra fuera reconocida como la mejor de todas las obras maestras del género de los aforismos, alguien quiso poner nombre a su eximio autor anónimo. Fue entonces el turno de un filólogo investigador que trabajaba en la biblioteca nacional y daba clases de literatura, que examinó las fuentes originales, corrigió sus faltas de puntuación y de ortografía, analizó las anotaciones de los márgenes e hizo pública la conclusión definitiva de una sesuda investigación que tenía también como objetivo el nombre desconocido. Al respecto de este último punto escribió:
-"Con arreglo a los datos relevantes que obran en mi poder, la onomatopeya de la risa tuvo que ser la base del nombre de su autor. Por esta misma razón, he rastreado en el diccionario los nombres que empiezan por Ja y he concluído que su nombre pudo ser James, en inglés, Jaques en francés, Jaime, en español, o Jaume en catalán. Sin embargo, la epopeya se escribió en castellano, de eso no cabe la menor duda, y su nombre, por lo tanto. a mi modo de ver, es probablemente Jaime. J'aime Jaime: Ja y me".
Entretanto, en el Valle aislado del Silicio, en California, un joven planteaba otra salida al oscuro misterio de la risa:
-Je, je, je, je,- decía -"Cuatro je". Je, je, je, je, je... "Cinco je".