Escribo con letras de piedra,
mirando correr al Nansa.
Escucho el rumor del agua
que baja como una estrella
por la escala engalanada
con los destellos del sol
y miro a los paseantes
hacer de cuerpo de baile,
al ritmo de un terco batán
que brota del centro del mundo.
Tienen sombreros verdes
como el color de las pozas
y dejan sus "buenos días"
como un coro que repite su papel
a la batuta de un viento caprichoso e indolente...
Y yo, que bajo con ellos por esta senda inclinada,
y yo, que bajo cubierto por el dosel inconsciente
de los temblones alisos,
y yo, que estoy escribiendo y que voy lleno de gris,
corrijo versos podridos por el cansancio y el tedio,
y recuerdo a mis amigos retazos de lances antiguos.
A pesar de que son viejos, me cuesta seguir su ritmo.
Estoy cansado y herido. El mar inmenso y lejano
espera azul en la playa las lágrimas derramadas
por los todos los hombres muertos.
El mar espera tranquilo, mientras suben los salmones por el río.