Pulgares vulgares

Miro mis manos viejas y veo como se abrazan, con los dedos oponiéndose uno a otro, inclinándose hacia abajo como montañas antiguas ante la extraña pareja de los pulgares en pie, dos calvos que, muy juntitos, en vez de pelo me muestran sus dos uñas, de espaldas a mis ojos grises.