Marioneta

Estabas harto de obedecerme, así que te corté los hilos y te dejé en libertad, pero tú ni te giraste para despedirte. Empezaste por sentir que tu corazón latía como un diapasón y la fuerza de tus músculos textiles. Luego apretaste los puños, te pusiste en pie y buscaste la manera de escapar de aquel paisaje infantil en donde cada noche yo te hacía bailar a mi capricho. Aún estabas desnudo y, a pesar de que tu cuerpo se movía con torpeza, te marchaste a toda prisa, arrastrando los hilillos por el suelo.