Migas

 Las migas 
 estallan sin más 
 sobre el mantel de la mesa.
 Metralla de dura corteza, 
 las migas no entienden bien 
    el motivo por el cual      
 los dedos de un comensal 
   atacan un trozo de pan   
 y dan a luz varias migas, 
  ni los porqués de los otros  
   que repiten el proceso,   
 produciendo muchas más. 
Las migas son entes ingenuos.
     Desconocen el ritual     
 de sentarse y de charlar 
 de ldivino y lo humano 
   según se toma la cena    
 y no saben qué es la vida 
 porque no pueden pensar. 
  Parecen mudos testigos  
  del brillante acto social   
 en el que nacen y mueren 
 o informes techos de tejas 
  de pueblos diseminados  
 sobre el mapa del mantel. 
  Inmóviles sobre el lugar  
   donde cayeron a plomo   
 intentan seguir disfrutando 
     del tablero de ajedrez     
 que forman los platos de loza 
   junto a la fuente central   
 que huele a verdura fresca 
 sin sospechar que al final 
 serán perseguidas con saña.
      En efecto, así será...      
De nada valdrá su inocencia.
   Del recuadro horizontal   
  que fue su cuna y paisaje  
 las leves briznas crujientes 
 serán arrastradas a golpes 
 para encerrarlas a oscuras 
 en el fondo de una bolsa 
             de basura             
 de donde no escaparán, 
 aunque lo intenten 
 mil veces.