El último minuto

Estoy temblando de miedo, pero intento hacer de tripas corazón. He vivido como un hombre y quiero morir de pie.
Disfruto de un último placer: He pedido un bourbon y lo saboreo a tragos cortos y nerviosos. Agito el hielo para remarcar su presencia, para hacerlo más sensible, y después hago un gesto con la mano para dar a entender que estoy ya preparado.
Me quitan el vaso, me vendan los ojos, me echan los brazos hacia atrás y me atan las manos. Toco el poste de madera y oigo las órdenes del capitán.
-¡Pelotón! ¡Apunten!
La suerte está echada. Se concentra en un segundo la historia de mi vida y pienso en los desenlaces que ya no podrán ser.
-¡Fuego!
No estoy muerto. Un dolor agudo me muerde el pecho y la sangre sale por mi boca como si el corazón la despreciase, consciente de ya no hace falta.
-Por lo que más quieran. Acaben ya de una vez.
Y veo su mano huesuda y siento sobre mi sien el cañón de su pistola, justo al tiempo que su dedo índice realiza una pequeña presión sobre el gatillo... Luego suena un chasquido que precede a la gran detonación, al tremendo y loco estallido, que parece que me rompe el alma, y el público comienza a aplaudir.