Las cosquillas que hace el sol
al mirarse en el espejo
de su plana superficie
multiplican los reflejos saltarines.
El agua se muere de risa
y al cielo salpica su gozo,
mientras la espuma florece
mientras corre por la roca como loca
y sus dedos acarician los brillantes escalones
en el centro del pequeño paraíso
que es el rápido del río.