El mensaje que cayó del cielo

Ayer, a media mañana, cuando volvía a casa de mi paseo diario por el bosque, he visto caer del cielo una hoja de papel que giraba en torno a mi como una larga y monstruosa mariposa. En la hoja manuscrita en letra gótica se podía leer este texto:
"Escribir en el más allá es un ejercicio imposible. El escritor, vivo o muerto, nos habla siempre del tiempo, de una sucesión de acontecimientos que conduce a un lugar o a un momento especial en el que las cosas alcanzan por fin el significado que da sentido a nuestra vida. Nuestra vida es una extraña película en la que hacemos de protagonista sin conocer el papel ni el desenlace. El destino nos escribe sin reparar en nuestros deseos y nosotros sentimos la necesidad de imaginarnos historias que detengan la riada de los cambios e inoculen trascendencia a lo que pasa. Sin embargo, cuando morimos, dejamos de preocuparnos por el futuro, empezamos a mirar hacia lo permanente y pensamos solamente en lo que importa. Es difícil explicarlo en cuatro letras... Cuando mueres todo es fijo. Nada cambia de lugar ni se torna diferente. En la etérea eternidad del cielo azul sobran todos los verbos, las esencias reinan sobre el horizonte y todo lo que existe es tan claro como la misma luz. Por eso, escribir en el más allá es una entelequia. Escribir en ese sitio que imaginamos de blanco supone inventar un tiempo inexistente y dar una falsa vida a nuestros huesos. Si los fantasmas de los escritores muertos pudieran seguir escribiendo, estarían convirtiendo al más allá en una sucursal de nuestro mundo. Resulta fácil llegar a la conclusión de que eso no tiene ningún sentido. Eso no ha sucedido nunca y no hay ni habrá un milagro capaz de hacer que pase. Nosotros, los escritores muertos, ya no podemos contar, ni decir, ni escribir... Estamos muertos, enterrados tras la línea de la tétrica frontera. Estamos muertos. Completamente muertos. Absolutamente muertos..."