Asunción

Ella está subiendo al cielo. Arrastrada por la luz, apoya sus pies delicados en peldaños musicales y asciende en espiral.
-¿Quién me arrebata hacia arriba? - se pregunta sorprendida - ¿Qué me ocurre? ¿Ya estoy muerta?
Suspendida en el fondo de un instante, repasa los episodios más notables de su vida. Recuerda su tierna infancia, la aparición de aquel joven que dijo venir del cielo, su embarazo milagroso y el extraño matrimonio con José que nunca fue consumado. También le viene a la mente su parto en pleno viaje y los regalos diversos de los magos y pastores. Luego aparece su hijo que crece y que se hace un hombre y un día se va de casa y acaba muriendo en la cruz... Y siente el dolor salvaje de perder lo más querido.
-¡No estoy muerta! - piensa -. Aún percibo los latidos en mi pecho.
Ella se siente exhausta. Ahora es tan sólo una anciana, una mujer que ha perdido su belleza y su energía, una carga para todos los amigos de su hijo. Ella sabe qué sucede y habla a la inmensa masa que la eleva a las alturas con toda la confianza que ofrece la familiaridad de una larga e intensa relación:
-Para ésto, por favor. Concédeme un segundo. Un momento para arrepentirme o para corregir mis errores y pedir perdón. Hay tantas cosas pendientes...
Y ve con horror que el remolino luminoso prolifera hacia lo alto y encuentra un ramo de olivo y un viejo reloj de arena. Contempla el corto cilindro de una vela que se apaga y mira su nombre grabado... Entiende que está atrapada y grita pidiendo piedad.
-Déjame morir. Te lo suplico. Dame muerte, por favor.
Y siente crecer el espanto mientras ve cómo desfila ante sus ojos el espacio de su absurda eternidad.

Programa de independencia

Golpea a diestro y siniestro, 
asciende y desciende a un tiempo
y gira en todo momento
para al fin llegar al centro.

Se me fue mi santo al cielo

 Mi santo 
 estaba a mi lado 
 y nunca 
 me abandonaba... 
                           Me susurraba en voz baja,                           
                   el nombre de quien se acercaba,                   
                          adecentaba el desván                          
                   del almacén del pasado                   
                 y me apuntaba el lugar               
              o esa palabra tan rara              
 que cuadraba el pensamiento 
 que tenía. 
      
 Un día, por la mañana, 
     se marchó de aquí volando...     
             Se me fue mi santo al cielo             
                      y allí se quedó mirando.                     

Cuando escribo

 ¿Poeta? No. 
 Soy "con verso", 
 un "con verso" que proviene de la prosa 
   un converso que compite por su puesto 
    en el cielo de un Parnaso de juguete.     
    Por supuesto, ser poeta es otra cosa...  
    Yo tan sólo me divierto con el juego,     
 con el juego de mirarme hasta que salta    
algún tema que me induzca a gastar tinta.
  Muchas veces no sucede nada al lado,    
 muchas veces la emoción se oculta lejos 
           mientras mi pluma descansa,          
                tumbada sobre la mesa,             
                y algún reflejo en la tarde               
           empieza a elevarse del suelo          
         subido a una mota de polvo...         
          Entonces me quedo mirando          
               el ínfimo globo sonda                 
          que escala el rayo inclinado,           
              y siento brotar de pronto            
                el impulso de dar vida             
                      a un ave fenix                    
              o el calambre caprichoso           
                          de contar...                       
       Más tarde intento cambiar      
        alguna torpeza escrita,       
    o aumento el caudal del negro   
 con pensamientos marchitos 
      o con la anécdota loca     
  que acabo de imaginar...  
 A la intemperie del viento 
 lo dejo fraguar en la hoja 
   para al fin estar seguro  
  de que el futuro merece  
 y te lo cuento en voz baja 
 para que escuches mi voz 
 y sientas lo que yo siento. 
Te escribo en tiempo presente
 y te imagino pensando 
 en la cara que pondría 
 al redactar este verso, 
 a pesar de que yo ahora, 
 en el momento preciso 
 en que tú tratas conmigo, 
 estoy más muerto que vivo 
 en el limbo o el infierno. 
 ¿Entiendes 
 lo que 
 te digo? 
         
      
  

¿Un ves/oh de compromis/oh?

 La juventud en el beso, 
 su fe en sus dos labios rojos, 

 fue un corto beso en común 
 ante millones de ojos.