Cada día
escribo un poco
para saldar mi memoria.
Reviso mi historia ciega,
escarbo en las surcos blandos
que la azada hace en el huerto
y veo medrar a la rosa...
Cuando los márgenes blancos
se coman el tren cargado
de signos que dan sentido
al caos del tiempo fugaz,
el brillo definitivo
de la hoja abandonada
en el silencio
dirá como un verso vivo
que el presente es poco más
que un turbio afán indolente,
que el pasado, que fluyó
y que se hundió en el olvido,
es un fósil en el mar
y que el futuro
no existe,
después
del punto
final.