Lata de mierda del artista. Piero Manzoni. 1961. |
Me preocupa
no entender la Eucaristía.
Es un rito tan complejo...
Aunque el círculo perfecto
representa bien lo eterno,
no comprendo
a mi Dios sólo en un plano,
encerrado en una lámina redonda,
sin tiempo ni espesor.
Sí que entiendo el color blanco
que enciende la luz a su paso
y que es fulgor y limpieza,
pero siento algo de asco
cuando pienso en el camino
que recorre por mi cuerpo
el pan que fue consagrado.
¿Cómo le afecta el aliento
de los jugos digestivos
a la blanca eternidad
que yo he comido?
¿Hasta cuándo permanece
el Cristo transubstanciado?
¿Acaso se desvanece?
Yo rechazo ser un virus,
yo no quiero
que en el íntimo contacto
la forma se contamine,
más si Cristo me distingue
con su audiencia,
si mis huesos y mi sangre
coloniza,
es posible que su esencia
se mantenga
tras vagar como un gusano
por mis tripas.
De las letrinas, por eso,
extraigo mis pùtridos restos
y lleno latas escritas
que pongo sobre las mesas
de las grandes galerías
con aire de santidad...
Lo mismo que los cruzados
buscaron en el oriente
el halo de las reliquias,
yo llevo a las latas mías
a la sagrada liturgia
del happening incesante
que sube o baja su precio
a la luz de la abundancia
o la escasez...
Adoro al dios del mercado
y lo hago vestido de artista,
e invoco viejos arcanos,
que vienen del Vaticano
y Altamira,
y pienso en el ser divino
que troca mierda en dinero
y en el altar que cotiza,
en este escueto tratado
de plástica teología.