Lo que pensó escuchando a los Beatles

Como un virus morboso, a lo largo de aquella plomiza tarde de abril, mientras el compacto de los Beatles volvía a sonar en su cuarto, el color gris de sus sienes se había colado de rondón en su alma de padre de familia. Una extraña sensación de soledad y un íntimo abatimiento le invadieron. A sus cuarenta y muchos años miraba hacia atrás con aire reflexivo, indagando en las raíces de su identidad:
"¡Cuánto tiempo! ¡Qué corto se me ha hecho el camino! ¡Cuántas preguntas sin respuesta!"
El pequeño espejo del fondo del salón confirmaba que había dejado de ser el joven en quien hasta ayer se reconocía. Su rostro, salvadas las distancias, le había recordado la imagen de su padre. Sólo le faltaba el bigote, ¡cómo se parecían! Además, los dolores de espalda que le martirizaban o esa muela del juicio que le acababan de extraer ¿no eran sígnos de decadencia?
Mientras tanto, los altavoces desgranaban las notas de "¡Qué noche la de aquel día!".
¡Qué decepción cuando descubrí que la letra de esa canción no hablaba de una noche mágica, sino del hogar como refugio tras un día de perros! ¡Qué ignorancia! ¡Eran tantas las cosas que no sabíamos entonces! ¡Eran tantas las cosas que confundíamos! Suponíamos que el bien era sólo nuestro y que el mal era patrimonio exclusivo de los contrarios, porque éramos un país intolerante de vencedores y vencidos, y en la guerra no se aprende tolerancia. Después, los hijos del franquismo, los que nacimos y crecimos a su sombra, continuamos el equívoco de nuestros mayores, aquel que confundía ser de derechas con ser apolítico y ser de izquierdas con ser antifranquista. En realidad, ser de izquierdas o de derechas en aquella España era sobre todo una especie de tradición familiar, un camino compartido con los tuyos sin posibilidad de retorno". 
El mundo en el que había sido educado era un mundo hueco de película de vaqueros, un mundo falso de buenos y malos. También era un mundo triste, coloreado de azul autoritario, y con una clarísima frontera frente al rojo. Él había cruzado esa frontera y lo había hecho como se hacían entonces esas cosas, de la misma forma en que uno crece y se hace mayor, sin pensárselo dos veces. Ahora, sin embargo, dudaba: ¿Se encontraba todavía al otro lado? Tal vez no.
"Mi vida no ha sido fácil, pero tampoco ha sido dura. Su resumen es semejante al de otros muchos: Que estudié en un colegio de pago y luego en la facultad, que más tarde saqué oposiciones y conseguí plaza en un Instituto, y que después me casé y que he tenido dos hijos... Una vida tan vulgar como la de mis amigos. Camino trillado que sigue una estela trazada por manos ajenas, sin ningún mérito ni relevancia. En realidad, todo parecía estar previsto de antemano. Somos un producto histórico, la consecuencia necesaria de esa irrepetible combinación de acontecimientos que nos ha tocado vivir, el efecto indirecto de los intereses ajenos que influyeron en el poder político para provocar los determinantes sucesos que había presenciado desde el papel de periódico o desde la pantalla del televisor. Sí, seres anónimos, meros receptores de estímulos, configurados por decisiones ajenas; entes dependientes, condicionados por relaciones heredadas y por una educación adquirida más por la ilusión y el enconado esfuerzo de nuestros padres que por propia voluntad”
Sonó el Sometihing entonces, inundando la habitación de nostalgia.
“¡Qué tiempos aquellos de guateque y discoteca, cuando sonaban el "Something" del místico Harrison o el larguísimo "Hey Jude". Éramos unos ingenuos. No sabíamos nada. Ni siquiera que Jude era Julián Lennon, el hijo del ídolo. Creíamos que era una canción de amor y nos dejábamos acariciar por sus notas... Sí, han pasado los años. El joven que creyó en la posibilidad de cambiar el mundo a base de recetas que volvían del revés las normas cabales de sus antepasados es ahora un hombre maduro y como tal se preocupa de sacar adelante la casa y de evitar a la prole sufrimientos innecesarios. Así las cosas vuelven a estar como estaban. Todo fluye, como decía Heráclito, y todo permanece, como decía Parménides. Los padres se comportan como padres y los hijos como hijos, aunque la tierra no haya dejado de girar, llenando de niños las cunas y de muertos los cementerios, de fábricas los campos y de petróleo los mares. Hemos visto llegar al hombre a la luna, disparar a Tejero en el congreso y morir a Kennedy por televisión... Hemos crecido y nos hemos llenado de canas y de cansancio..." 
Comenzaba ahora a oírse el "Revolution" del que abominaban los de la joven guardia roja. Quizá por eso, su mente recaló en el Mayo del 68 y en Dani el Rojo:
"Deberíamos estar orgullosos porque verdaderamente hemos contribuido a cambiarlo todo. Nosotros echamos a la calle a los fachas de bigotillo y traje con corbata. Nosotros justificamos las relaciones prematrimoniales, defendimos a los homosexuales, favorecimos la incorporación de la mujer al trabajo, sufrimos la pesadilla de los ejercicios espirituales y la inquisición de la represión. Nosotros abrimos las puertas a la libertad".
Después recuerda con orgullo las carreras delante de los grises y se muere de ganas de contar a sus hijos lo que fue el Mayo del 68, el Concilio Vaticano II, la guerra del Vietnam y el ambiente que se respiraba en España cuando murió Franco. Sin embargo, se contiene porque entiende que no ha llegado el momento:
“ No, todavía no... Nuestros hijos no son todavía suficiente maduros, aún no están preparados para entender nuestras historias. Si se lo contásemos ahora sucedería lo mismo que cuando sonaron en nuestros oídos los tristes ecos de la guerra civil y de la posguerra. Aquellas insufribles hazañas del abuelo. No, es mejor esperar. Darles el tiempo necesario para que crezcan y quieran saber la verdad. Esperar a que pregunten... Mientras tanto será mejor dejarles enredando con la Play o con el móvil."
Siente, entonces, la nostalgia de sus años mozos y se pregunta por qué esperó a casarse para descubrir el sexo, por qué ha bautizado a sus hijos y paga cada mes la mensualidad de un colegio privado "progresista", por qué tiene un espléndido coche de importación y veranea cada año en Torrevieja, por qué vive como un burgués de nuevo cuño después de haber votado mil huelgas, después de haber escondido el Mundo Obrero en un cajón de su escritorio, después de haber estado dos veces en comisaría, después de haber brindado con champán cuando Carrero voló por los aires, después de haber sido siempre fiel al voto de izquierdas. ¿Qué fue de quien colgaba un póster del Ché sobre su cama o de quien pensó muy seriamente en marcharse un verano a Nicaragua? 
"Sí, es verdad, con las canas y esta panza de burgués se fueron los ardientes ideales. El tiempo ha remansado el abrupto arroyo juvenil, tal y como me advirtieron que sucedería. Fuimos rebeldes con causa. Siempre hay razones para ser rebelde, pero las razones pesaron menos que la rebeldía. Había demasiadas razones para cambiar, demasiado olor a muerto putrefacto. Todo era demasiado claro: el bien y el mal separados por una frontera de color púrpura, los jóvenes limpios y los viejos corruptos, la izquierda revolucionaria con sus himnos de igualdad y solidaridad y la derecha cavernaria y dictatorial. La evidencia era tal que nadie se detenía a plantearse sus propias contradicciones. Se aplicaba el esquemático análisis marxista y ya no había nada más que hablar... Algunos hicieron sacrificios por la causa, otros nos dejamos llevar por la corriente, pero en la mayor parte de los casos la rebeldía se agotó en sí misma... Ahora tan sólo me queda un sentimiento romántico cargado de nostalgia, pero también de culpabilidad. Fuimos capaces de hacer ondear nuestra bandera y de hacer creíble el cambio y así conquistamos el poder. Después hemos intentado administrar la fuerza adquirida para permanecer y en la lucha hemos corrompido los ideales en los que nos reconocimos y los principios que nos llevaron al triunfo. La historia no será clemente con nosotros. Nosotros los limpios, los jóvenes, los idealistas fuimos falsos revolucionarios. Nos engañamos entonces y nos seguimos engañando ahora, cuando pensamos como izquierdistas y actuamos como burgueses. Nuestros contrarios, los fachas, al menos decían lo que pensaban y hacían lo que decían. Eran unos bárbaros, pero no engañaban a nadie. Nosotros, por el contrario, los demócratas, los civilizados, los razonables, o bien nos hemos lucrado o bien hemos mirado hacia otro lado. No hemos querido ver las consecuencias de nuestra ingenuidad y hemos consentido que nuestro régimen fuera tan corrupto como lo exigía la avaricia de los mangantes que gobernaron con nuestros votos. Nosotros fuimos también responsables del terrorismo etarra, les apoyamos porque estaban en nuestro bando y celebramos juntos la muerte de Carrero y la de Franco. Nosotros los falsos demócratas que confundimos derecha y fascismo y apoyamos la guerra sucia de los GAL. Nosotros los feministas, pero sólo para fregar los platos los fines de semana. Nosotros los socialistas que llevamos los hijos a colegios de pago y tenemos acciones en el banco. Nosotros los igualitarios, que miramos por encima del hombro a los gitanos y a los moros. Nosotros los orgullosos triunfadores, incapaces de la más mínima autocrítica. La mentira es nuestro mayor delito... Nadie debería perdonar nuestra inmensa hipocresía..."
Con un inglés macarrónico, aprendido en crepusculares academias, traduce a trancas y barrancas el "Nowhere Man": "no tiene ningún punto de vista, no sabe a dónde va, ¿no es un poco como tú y como yo?

La llave

   El deseo de besar   
 los labios de  --------  la cerradura, 
     penetrar           ---  --    el laberinto,  
   deslizarse    --------  hasta el final 
 del preciso mecanismo 
y abrir la puerta 
 cerrada, 
movían su pensamiento.
                                  
Recordaba la pasión,
la grasa que lubricaba
los dientes de metal fino
y el sonido de placer
de las bisagras
para después lamentarse
de su presente sin brillo:
                                  
De su llavero exiliada,
ociosa en el basurero
en donde vivió su retiro,
tan lejana del umbral
de la puerta que a diario
seducía,
envuelta en papel albal, 
nostálgica pero reflexiva,
pronto entendió 
el contenido
       de su íntimo porvenir:
                                    
          "Volver resulta imposible"
               "Ya nunca serás feliz"
             "La puerta que ayer se cerró 
              ya nadie la podrá abrir..."